Tantos años y me sigue siendo difícil entender a esos que logran exagerar. Como si fuera poco, es claro que en sus cuerpos se puede ver la gula. Son seres extraños, incapaces de controlar sus deseos, quizá algún día aprendan a dejar de abusar los placeres.
Caminamos día a día, dejando pasar miles de oportunidades que solo puede ver los que están en control. Es lamentable verlos, sin importar las consecuencias, caer en sus vicios hasta convertirlos en gula. El problema es que no comprenden el nivel que puede alcanzar un cuerpo que no es guiado por tentaciones, solo es necesario mirar a los jóvenes con sus cuerpos sanos.
Es deplorable el comportamiento que se observa en cualquier almuerzo familiar. Sin embargo, es tan lindo mirar a una madre feliz al a sus hijos tomar una siesta después de comer. Cuando un cuerpo saludable, como el de cualquier animal libre—que no está en cautiverio, luego de una gran comida. Pues ellos, “debido al calor de la Savannas, cazan en la mañana y en la noche, así que no existe una hora a la que les GUSTA comer.”
Claro que nosotros llegamos a límites extraños para satisfacer los placeres, es suficientemente ver a los cuerpos intoxicados en alcohol. Sin embargo, está no es mi única motivación para verlos destruir sus cuerpos, siento que su tristeza me alienta.
No existe mejor tristeza que la del tropiezo que logra estrellar un rostro contra el piso. Son tiernos pero incapaces de detener un vicio que empieza en la pubertad y termina en sexo. Claro que escuché hablar del adulterio como daño espiritual, en realidad la eyaculación descontrolada desgasta al cuerpo hasta destruirlo.
