Relato Corto Blog de Ficción

Bienvenidos al ring

B

Las puertas cerradas, estaba solo entre las cuatro paredes blancas, con la mente llena de predicciones, debía dejar de pensar, respirar con calma. Se escuchaban gritos, mi turno estaba por llegar, cerré mis manos con fuerza, intenté rezar, nadie me podía salvar del enredo que escogí.

La puerta se abrió, un hombre delgado pasó, —te están esperando —dijo, se acercó y empezó a ajustar mis guantes, trate de imaginar a mi contrincante pero sabía que debía subir al ring. El tirar de los cordones me hizo concentrarme en mis muñecas, incluso con la presión sobre mis manos sentí una fuerza a la distancia que atravesó las paredes, tuve una sensación diferente, como la de un animal al acecho.

Me levanté confiado, por los años de experiencia sabía que estaba listo para subir, el día anterior vine a visitar el ring, es un lugar pequeño, muy parecido al que he usado tantas veces. En mis entrenamientos teníamos uno de esos, recuerdo haber caído y triunfado en el cuadrilátero, estaba seguro de cual sería el siguiente paso.

Al final del corredor se abrieron las puertas, las luces brillaban al otro lado, el gritar de la multitud era impresionante, no pensé escucharlos con tanta fuerza, parecían estar esperando el espectáculo. Pasé por las puertas, en medio de todo brillaba el ring, las luces lo hacían ver imponente, un largo corredor me llevaría a mi destino.

Cada paso me acercó al lugar, el hombre en el ring parecía verse cada vez más grande, tuve que forzar a mi garganta para tragar saliva, sentí miedo de estar aquí, con todos sus ojos sobre mí. Tuve que llegar para apreciar el tamaño de mi contrincante, el tipo era inmenso, una de esas personas que esperas no encontrar en la calle.

Su cabeza brillaba, la luz rebotaba sobre su piel oscura, los guantes rojos parecían cubrir manos dos veces más grandes que las mías, sus brazos gruesos y llenos de músculos. No podía míralo a los ojos, la profundidad del negro daba la impresión de pupilas inmensas, sentía que miraba cada uno de mis movimientos, no podía estar seguro.

Me ayudaron a entrar, el referí estaba vestido de negro con una camisa blanca, me sorprendió verlo con corbata, se detuvo en medio del ring y nos llamó. El hombre se paro frente a mí, el miedo despertó mi necesidad de huir, todavía tenía tiempo para salir ileso, nuestros guantes golpearon, sentí su fuerza llevar mis manos hacia abajo, finalmente logré ver el verdadero tamaño de mi contrincante.

Estaba acabado, no había salida, ese ser nos iba a acabar a los dos, tenía la agilidad de la mente de mi lado, también a un personaje creado con todos los talentos necesarios. Sonó la campana, debía mantenerme en movimientos, hacer que se canse, esquivar sus golpes, pero fue imposible.

Sentí ser atropellado por un camión, su guante logró que los huesos de mi rostro se muevan, mi visión se tornó nula, solo podía ver pequeñas luces aparecer y desaparecer, sentí que estaba mirando al profundo cielo de la noche. Regresé en lo que pareció una eternidad, el referí golpeaba al piso a mi costado, con la ayuda de mis dos manos me levanté.

El mundo parecía moverse de un lado al otro, el referí me hizo una pregunta, sus palabras no eran claras, dio un paso para atrás, el gigante volvió a aparecer. Lo vi caminar con prisa hacia mí, sus guantes listos para golpear, levanté la guardia, detuve al primer golpe, el segundo tuvo tanta fuerza que me golpeé el rostro con mis guantes.

Otra vez me encontraba en el piso, ahora fue más fácil levantarme, empecé a dar pequeños pasos, caminar distancias cortas, tratar de predecir sus movimientos. Esquivar golpes hace que estos pierdan fuerza, me movía de un lado al otro, sus guantes se acercaba con gran velocidad, me era casi imposible evadirlos, los que impactaron crearon un dolor molesto, pero no suficiente para tirarme a la lona.

Encontré una oportunidad, lo golpeé con todas mis fuerzas, mi guante se estrelló con su quijada, el golpe tenía todo el peso de mi cuerpo, el gigante se desplomó. El referí me observó con desilusión, todo el sonido desapareció, la multitud estaba en silencio, las luces del corredor se encendieron, me quedé observando la puerta iluminada.

Dos explosiones seguidas por llamaradas a los costados, se abrió la puerta, la multitud empezó a gritar, esta vez el ruido era ensordecedor. Por la puerta pasó un hombre cubierto por una capa, la gente parecía enloquecer cuando pasaba junto a ellos, llegó solo, entró en el ring y dejó caer la capa.

Está fue la primera vez que creí en la fantasía, no podía dejar de ver la estructura de su piel, huesos salían a través de agujeros por todo su cuerpo, la piel parecía ser un adorno innecesario. Sus huesos parecieron crear una coraza sobre su cuerpo, el rostro casi sin piel parecía tener cuatro labios, se movían en direcciones opuestas.

Cuando terminó de abrir su boca pude ver sus dientes, todos eran colmillos, el referí se acercó para dar la señal, debía huir, las manos de animal no estaban cubiertas por guantes de boxeo. Miré los míos, habían desaparecido, en lugar de guantes tenía una espada y escudo, levanté la mirada, ya no estaba en el mismo lugar.

La arena del estadio cubría todo, a la distancia alcancé a ver a otros luchadores, monstruos esparcidos por todas partes, el coliseo era más grande de lo que soñé, aquí entrabamos todos. Mi atención volvió al monstruo, él corría hacia mí, lo hacía como un cuadrúpedo, la distancia entre los dos se acortaba.

Levanté mis armas, pensé estar preparado para todo, se lanzó sobre mí, salté al costado, llevé mi espalda contra su pierna, sentí a la espada golpear con precisión. Mi brazo fue lanzado hacia atrás, perdí la empuñadura del arma, sentí golpear un poste de metal, el dolor subió por mi brazo, tuve que dejar caer el escudo para sostener el hombro con la mano izquierda.

Su pierna se veía ilesa, empecé a entender la coraza que protege su cuerpo, el ser parecía tener una armadura, los huesos que brotaban de su cuerpo parecían cuernos afiliados. Bajé la mirada, debía ver mis manos, la frágil piel que me cubría, cualquier impacto sería el fin de mi carrera.

El ser volvió a atacar, corrió en mi dirección, dejó salir un sonido ensordecedor, un agudo que jamás había escuchado, saltó para atacar, sus garras estuvieron a punto de alcanzar mi piel, fue casi imposible esquivar sus golpes. Alcance a ver la espada, debía alcanzarla, salté hacia adelante, su cuerpo pasó junto al mío, sus afilados cuernos casi alcanzan mi piel, caí al piso, tomé la espada.

Busqué una salida, debía haber una forma de huir, miré de un extremo al otro de la pared circular que nos encerraba, no había una puerta abierta, podría intentar escalar pasa salir. Enfrenté al monstruo, me preparé para su próximo ataque, recordé los años de entrenamiento, estar casi listo, pero dudar, «finalmente entré en el ring y llegué para quedarme».

El monstruo se acercó, lo esperé con mis dos manos en la empuñadura de la espada, me sentí pequeño, debía luchar, mantenerme con vida el mayor tiempo posible. Intenté desviar el ataque con la espada, el golpe fue tan fuerte que envió mis brazos al piso.

—Cuidado —escuché a la distancia, las eran palabras claras, me tomó un poco notar que llegaron en un idioma que no conocía, las entendí con nitidez. Giré, otro monstruo corría en mi dirección, saltó sobre mi, el tiempo pareció detenerse y logré escapar.

Un hombre a pocos metros de distancia parecía vivir en otro estado del tiempo, me acerqué, las bestias seguían intentado atacar, todas se movían en cámara lenta. Noté que su espada era diferente, un brillo azul brotaba de ella, el metal parecía haber sido forjado por el mejor de los herreros.

Llegué hacia él, sentí la necesidad de colocar la palma de mí mano junto a la otra, levanté las manos a la altura de mi pecho, bajé mi torso en muestra de respeto. —Gracias —dije y giré para seguir la pelea, preparado para crecer en la arena, sabiendo que ya no estaba solo.

¡Bienvenidos al ring!
—Haruki Murakami
Shokugyō to shite no shōsetsuka

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Sebastián Iturralde

Escritor de relatos enigmáticos, tejiendo narrativas cautivadoras que provocan el pensamiento y estimulan la imaginación. Revelando las profundidades de la experiencia humana a través de las palabras.

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