La vida se había vuelto monótona incluso para el joven Aron, quien pasaba sus días esperando el regreso de sus padres, que cuando regresaban de la gran ciudad cargados de historias que, para él, parecían tan distantes como un mundo ajeno. La era tecnológica había dejado en muchos adultos de su tiempo cicatrices profundas. Los padres de Aron eran de esos, un par de almas marcadas por la vida llena de luchas y fracasos, que, en su miedo constante, decidieron refugiarse en un rincón apartado, lejos de la ciudad, donde pudieran vivir alejados de todo aquello que los había herido.
Así fue como Aron creció en el campo, entre la naturaleza salvaje, recolectando frutos de los innumerables árboles que rodeaban su hogar, el único en una zona vacía. Contaba con maestros que lo guiaban en su aprendizaje, pero todo parecía ser parte de un plan perfectamente diseñado para el crecimiento de su mente y nada más. Sin embargo, el conocimiento le llegaba a cuentagotas, y la familia incluso disponía de una librería en la que Aron pasaba horas, buscando respuestas a las preguntas que ni él mismo sabía cómo formular. La vida que llevaba estaba completamente marcada por las decisiones de sus padres. Vivía conforme a lo que se esperaba de él, y seguir las órdenes era una ley estricta en un hogar donde todos, de alguna manera, parecían estar pendientes de los deseos de sus padres.
Los encuentros con sus padres fueron siempre breves. Con el paso de los años, las visitas fueron menos frecuentes, pero cada vez que llegaban, Aron disfrutaba de los elogios sobre sus logros. Aquellos momentos de alabanza se convertían en un bálsamo que aliviaba la rutina inquebrantable que le tocaba vivir. Aron se sentía atrapado en una cárcel invisible, donde cada acción parecía estar orientada a crear una versión idealizada de él para cuando llegara el momento de su adultez. Pero para él, todo esto carecía de sentido; no entendía por qué hacía lo que hacía, ni se atrevía a considerar que pudiera haber algo más allá de lo que conocía.
Aron vivía feliz en la ignorancia de otros mundos, mundos que solo existían en las páginas de sus libros, mundos que podría visitar si quisiera, aunque nunca se atreviera a hacerlo. La vida le parecía injusta de una manera que aún no alcanzaba a comprender, mientras se levantaba cada mañana para enfrentar las tareas de su rutina. Despertarse y estar listo para salir era un acto esencial. Aron sabía que el costo de no estar preparado a la hora exacta podría ser alto. Hoy, sin embargo, el día se presentaba sencillo para él.
En la mansión, todos estaban cansados de la rutina impuesta por los padres de Aron. Todo el mundo seguía reglas en una casa donde la tecnología estaba prohibida. Pero, poco a poco, la razón comenzó a resurgir cuando los encargados de su régimen educativo se dieron cuenta de que ya no había ojos que los vigilaban con la misma intensidad. Entonces, algunos empezaron a mostrar conductas que, en otro tiempo, habrían sido impensables bajo el vacío de las cámaras. En esa casa ya no existía alguien a quien llamar jefe.
Así que, en esta ocasión, Aron sintió un poco más de libertad mientras caminaba por los pasillos de su hogar. Por un instante, tuvo la certeza de que había algo más allá de las fronteras de su mundo, algo que se encontraba al otro lado, donde vivían sus padres. Estaba convencido de que allí había una vida que él se estaba perdiendo.
Nada en la vida de Aron parecía seguro. Sus libros hablaban de muchos lugares, de mundos hermosos y lejanos. Pero por ahora, solo podía soñar con escapar de su propia cárcel, anhelando descubrir lo que la vida le había ocultado durante tanto tiempo.
Mientras Aron vagaba por los pasillos de su mundo, perdido en pensamientos sobre lo que podría haber más allá de lo que sus ojos podían alcanzar, una figura atrajo su mirada. A lo lejos, por primera vez, divisó a una criatura que le despertó una curiosidad inmediata, una presencia que desbordaba todo lo conocido. El tiempo pareció detenerse cuando ella cruzó ante él, y en el mismo instante en que se acercaba, ella se desvaneció al girar en el fondo del pasillo. Pero Aron no dejó que la visión se le escapara tan fácilmente; su paso se aceleró, decidido a acercarse, dispuesto a enfrentarse a lo que fuera que la vida estuviera por poner en su camino. La vio nuevamente, justo antes de que se desvaneciera otra vez al doblar una esquina. Con determinación, Aron intensificó su concentración, fijándose más en lo que realmente había captado su atención. Y al llegar, vio cómo una de las puertas del pasillo se cerraba ante él.
No podía detenerse allí. Aron sabía que tenía que descubrir qué era lo que había despertado su curiosidad, esa criatura que parecía pertenecer a otro mundo. Con un impulso de valentía, empujó la puerta y entró, encontrándose en un cuarto oscuro pero lleno de luces brillantes que parpadeaban como estrellas descontroladas.
“¿Qué es esto?” murmuró, incapaz de ocultar su asombro.
La joven, que estaba en el centro del cuarto, giró sobre sus talones y puso su mano sobre la boca de Aron. Luego, ella levantó la otra mano para colocar el dedo índice sobre sus labios, como pidiéndole silencio. Aron la miró con atención, fascinando por su presencia. Los ojos de la muchacha brillaban con una intensidad que superaba las luces de colores que iluminaban tras ella. Aunque esta era la primera vez que Aron se encontraba frente a la tecnología de su tiempo, aquellos ojos, esos ojos tan humanos y profundos, se convirtieron en su única prioridad. Ella era un ser extraordinario, casi etéreo, como una visión que se había materializado ante él.
La joven giró nuevamente, volviendo su rostro hacia los monitores que iluminaban la habitación, y, con un gesto de su mano, invitó a Aron a acercarse. Los aparatos encendidos emitían un resplandor extraño y frío, mientras él los observaba como si fueran imágenes en una galería iluminada. La joven se sentó frente a uno de los monitores y comenzó a interactuar con las pantallas.
“¿Qué estás haciendo?” preguntó Aron, aún incapaz de entender el significado de lo que veía.
“Siéntate, y te mostraré algo,” respondió ella, con voz suave pero firme.
Aron, incapaz de resistir el magnetismo de sus palabras y su presencia, se dejó llevar por el impulso. En un instante, se encontró sentado a su lado, ambos observando cómo las imágenes de los monitores cambiaban rápidamente, deslizándose de un lado a otro. Aron alcanzó a reconocer las letras sobre uno de los botones, sin ser capaz de dar sentido a las imágenes. No comprendía lo que sucedía, pero sentía que, de alguna manera, estaba siendo llevado a un lugar que jamás imaginó.
“Colócate esto sobre la cabeza,” dijo ella, levantando un dispositivo que se asemejaba a un casco de motocicleta, conectado por cables a la computadora.
Sin pensarlo, Aron inclinó la cabeza y permitió que ella lo ayudara a ponerse el artefacto. Al poco tiempo, se encontraba sentado en una silla, rodeado de oscuridad. Al principio, su mente comenzó a inquietarse y pensó en quitárselo, pero justo cuando estaba a punto de hacerlo, una sensación eléctrica recorrió su cuerpo, como una corriente que le atravesaba. De repente, todo a su alrededor se transformó. El mundo que conocía se desvaneció y fue reemplazado por un espacio donde las paredes brillaban con un tono frío y perturbador de celeste. Aron no sabía si aquello era un piso, un techo, o una extensión infinita. La sensación era de incomodidad, como si estuviera atrapado en un lugar que desbordaba las leyes de la realidad.
Se levantó, desconcertado, pero al hacerlo, la silla desapareció por completo. La incertidumbre lo invadió. ¿Qué estaba ocurriendo? Su mano fue instintivamente hacia el casco, pero al intentar quitárselo, se dio cuenta de que no había nada sobre su cabeza. La sensación de vacío era absoluta, como si todo lo que había conocido hubiese dejado de existir.
Aron observó su cuerpo desnudo, tal y como lo recordaba. Cada parte de él parecía estar en la posición perfecta, como si estuviera encajado en un diseño minucioso e implacable. Pero algo en su mente no podía aceptar que el lugar en el que se encontraba era otro distinto al extraño cuarto en el que había entrado persiguiendo… un pesado sentimiento de desconcierto lo invadió cuando notó que estaba solo. La única forma de entender lo que estaba sucediendo era caminar. Así que, con pasos decididos, comenzó a avanzar, convencido de que más allá de su visión debía existir una respuesta a su situación.
El gris eterno que lo rodeaba rápidamente se transformó. Las plantas surgieron como una alucinación, y en un parpadeo, las montañas y los caminos también tomaron forma ante él. Aron se detuvo, sorprendido, al encontrarse en medio de este mundo extraño, algo completamente ajeno a cualquier cosa que hubiera conocido. ¿Qué estaba sucediendo? Esa fue la única pregunta que recorrió su mente mientras sus pies, inconscientemente, lo llevaban por un sendero de tierra, entre árboles que se extendían como un bosque sin fin. La oscuridad de las sombras de un techo que se iba formado por ramas, se tornó en algo completamente verde, como si la naturaleza misma se hubiera desbordado por encima de él.
El paso de Aron se hizo más lento cuando notó que su cuerpo estaba ahora cubierto por un atuendo que no podía reconocer. Ropa de una época que jamás había visto en ninguno de sus libros. Era un traje extraño, para cualquiera de su tiempo parecería de plástico, rígido, casi artificial. Pero lo que más le llamó la atención no fue la ropa en sí, sino la correa que colgaba de su cintura, llena de artefactos que nunca antes había visto. El mundo a su alrededor parecía expandirse de una manera tan inusitada que comenzó a creer que cualquier cosa, por absurda que fuera, podía ser posible en este lugar.
La sensación de estar perdido en un mundo desconocido lo envolvía, y con cada paso, Aron sintió que su confianza se desvanecía. Sus movimientos se volvieron más lentos, vacilantes, como si el fin que buscaba se hiciera cada vez más inalcanzable. La idea de regresar a la seguridad de su hogar parecía desvanecerse con cada brisa fría que lo rodeaba. El sonido de la naturaleza era abrumador, imposible de ignorar, y a medida que se apoderaba de sus pensamientos, la inquietud en su pecho aumentaba.
En medio de la oscuridad, más allá de lo que sus ojos podían abarcar, Aron comenzó a sentirse observado. Algo en su interior le decía que no estaba solo. Las huellas en el suelo húmedo, marcadas por pasos invisibles, le confirmaban que no estaba equivocado. La pregunta que lo asaltó entonces fue inevitable: ¿Qué tipo de seres podrían estar merodeando por este lugar? La posibilidad de que sea más que una persona cruzó su mente, y con ella, un escalofrío recorrió su espalda. Cada paso que daba parecía acercarlo a algo inminente. El ambiente mismo lo invitaba a esperar lo que fuera que estaba por suceder. La sensación de peligro era demasiado obvia, y el miedo lo envolvía, como una capa invisible pero densa.
De repente, se detuvo por completo, mirando a su alrededor, de un lado al otro. “¿Quién anda ahí?” fue lo único que pudo articular, su voz temblando por la incertidumbre, antes de que un sonido distante llamara su atención. ¿Qué estaba ocurriendo? Solo eso podía preguntarse mientras sus ojos buscaban en la oscuridad, que se hacía cada vez más profunda, cada vez más amenazante.
Los pasos llegaron, cautelosos, hasta que la criatura emergió a la luz que se colaba entre las ramas. Aron la vio y se quedó petrificado, incapaz de procesar lo que estaba ante él. No era nada parecido a los seres que había encontrado en sus libros. Era una mezcla perfecta entre una serpiente y un león, con el cuerpo alargado y escamoso de un reptil, pero con los poderosos colmillos de un felino y unos pasos firmes, seguros, que traían consigo la promesa de una caza silenciosa. La criatura lo observaba con una calma inquietante, como si lo estuviera evaluando, esperando el momento perfecto para actuar.
La pelea estaba por comenzar. Aron, con el corazón acelerado y la mente llena de una determinación que nunca antes había experimentado, se preparó para enfrentar a la criatura. El monstruo, con una velocidad asombrosa, se lanzó al ataque. No había salida, y por un breve momento, Aron sintió que este sería su fin. Pero algo, algo extraño, algo diferente de lo que había imaginado, comenzó a formarse en su mente. Las sensaciones que lo envolvían no coincidían con las pesadillas que había anticipado.
En el instante preciso, Aron se impuso a sí mismo y esquivó el ataque de la criatura. De repente, se encontró en el aire, suspendido, demasiado alto para sentirse seguro, pero, por alguna razón, sorprendentemente relajado. Era como si todo estuviera sucediendo a su alrededor sin que él tuviera que hacer más que mantenerse centrado. Con un movimiento casi involuntario, su mano fue hacia la correa que colgaba de su cintura. En un parpadeo, los artefactos que llevaba se activaron sin que él pudiera comprender cómo. Dos sables de luz brillaron en sus manos con una intensidad cegadora, como si hubieran estado esperando ser desenvainados por él.
La caída, que debería haber sido aterradora, fue fluida, como si la gravedad misma le obedeciera. Aron descendió hacia la criatura, que parecía sorprendida ante lo que sucedía, como si estuviera analizando el cambio en el juego. Con una agilidad que no sabía que poseía, Aron cruzó las brillantes hojas de los sables y partió a la criatura con una facilidad desconcertante. El corte fue limpio, preciso, y la bestia cayó al suelo, derrotada en un parpadeo.
Aterrizó con una gracia que parecía desmentir el peligro de la situación. El impacto fue suave, casi como si el aire mismo lo hubiera recibido. Aron, atónito, miró los sables de luz en sus manos antes de que, como si fuera lo más natural, los guardara nuevamente en su correa. La magia de lo sucedido no había terminado de asentarse en su mente, pero algo en él comenzaba a entender. Aunque el miedo seguía presente en las sombras de su conciencia, el terror de lo desconocido se desvanecía, como si el simple acto de haber enfrentado lo imposible ya lo hubiera liberado. ¿Qué estaba sucediendo? Aron aún no lo sabía, pero al menos ya no sentía que caminaba hacia su fin, sino hacia algo que aún no comprendía, pero que ahora deseaba conocer.