Relato Corto Blog de Ficción

Viaje Bendito

V

El caballero alcanzó a protegerse del ataque que lo sorprendió al entrar en la habitación. El choque de su espada contra las garras de la criatura casi lo obligan a perder su empuñadura, pero Aslan no estaba dispuesto a perder. Había una fuerza en su interior que lo ayudaba a continuar, pese al cansancio, más allá del dolor que podía sentir. Después de todo, su misión no era personal.

Así que se levantó, empuñando a su espada—Resplandor—listo para continuar con la batalla. A pocos pasos se encontraba uno de los Cerka, los oponentes más aterradores con los que se había enfrentado. El cuerpo de la criatura había perdido las tradicionales características humanas, se parecía más a un oso sobrealimentado. El híbrido entre un humano y un lobo volvió a atacar.

Esta vez le fue imposible esquivar las garras de la criatura, Aslan sintió a su armadura romperse como mantequilla con un cuchillo caliente. ¿De qué están hechas sus garras?

Aslan no podría continuar peleando por mucho tiempo—con su respiración agitada—la energía desperdiciada para llegar a este lugar. Un gran comedor lo separaba de la criatura, platos y cubiertos esparcidos por el piso. Un gran banquete interrumpido. Las altas paredes del cuarto tenían ventanas a dos costados, luz de colores atravesaba los mosaicos de cristal.

De repente, la puerta que permanecía cerrada al otro costado de la habitación fue abierta. Aslan giró para observar, y para su sorpresa vio a otro Cerka—con garras de metal—entrar en la habitación. ¿Otro más?

No había salida. Aslan estaba solo y no tenía idea de lo que podría encontrar al continuar al siguiente cuarto. «Luz protégeme,» dijo y su aura brillante se iluminó. Aslan tomó su gran espada, Resplandor, con dos manos—cerrando los ojos para recibir la bendición. Al abrirlos, sus ojos brillaban casi tanto como la hoja de su arma.

Las criaturas se detuvieron para cubrir sus ojos—la luz hizo que se iluminara todo el cuarto. Pero, cuando su intensidad disminuyó, las criaturas volvieron al ataque.

Aslan se colocó en posición de defensa, mirando a las criaturas acercarse por distintos lugares—calculando cuál será la primera en llegar. Te tengo. Su espada dejó una línea de luz tras el ataque, con un movimiento preciso la estrelló contra su contrincante. La criatura intentó contraer su piel para evitar el corte, pero fue imposible.

El otro Cerka se detuvo al ver a su compañero caer en dos lugares diferentes—retorciéndose antes de quedar inmóvil. Y giró para huir.

No lo harás, pensó Aslan, tomando el libro que cuelga de una cadena a su costado. Luego apuntó a la criatura con su espada y un rayo de luz se estrelló con ella—enviándola con fuerza a través de uno de los inmensos ventanales.

Aslan se detuvo para ver la gran caída desde el filo de la ventana destrozada. Luego giró hacia la puerta por la que salió la segunda criatura y continuó su búsqueda.

«Aslan,» dijo Sharai—la hechicera de vestido azul largo. «Tenemos que salvar a la princesa.»

Aslan asintió con la cabeza, colocando su gran espada sobre el hombro. «¿Dónde están los demás?»

«No los he visto.»

Están bien, los puedo sentir. «Sígueme,» dijo Aslan. «Tenemos trabajo que hacer.»

Los dos corrieron hacia la puerta del siguiente cuarto.

 

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Sebastián Iturralde

Escritor de relatos enigmáticos, tejiendo narrativas cautivadoras que provocan el pensamiento y estimulan la imaginación. Revelando las profundidades de la experiencia humana a través de las palabras.

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