Relato Corto Blog de Ficción

Candelabro

C

Con la oscuridad de la noche los ruidos empiezan a llegar. Los altos pilares brillan con la luz de la Luna que pasa a través del ventanal, el salón de baile era espectacular, sin embargo, ahora sus mesas cubiertas de polvo parecen las lápidas de un cuarto sin vida. En el vacío paseaba una ráfaga de aire, chocando una y otra vez contra un candelabro de cristal, moviendo al objeto poco a poco hacia el filo de la mesa.

Desde el exterior de castillo abandonado se podían ver las ventanas rotas. Su entrada principal estaba conectada a una pared que cubría el inmenso jardín. Pese a las insistencia del pueblo por mantener cerrada la reja, algunos intrépidos jóvenes encontraron una camino al interior, a través de puertas a punto de caerse, y corredores donde ahora solo habitan arañas.

Claro que esta noche sería diferente, Roberto planeó todo a la perfección, sin embargo, esta no sería la primera vez que intente besar a su mejor amiga. Ellos han pasado por decenas de experiencias juntos y para él estas fueron solo el camino para alcanzar el corazón de La Bethany. Sin embargo, ella no tenía idea de las intenciones de su amigo, incluso, después de tanto tiempo, ella empezó a dudar la sexualidad de Roberto.

Ella también fue víctima de los juegos del corazón, pero ahora solo podía ver a Roberto como un amigo, uno que se echó para atrás cuando ella le demostró sus sentimientos, o al menos eso pensaba La Bethany.

Ellos prepararon una aventura más, otro viaje por el mundo que únicamente dos buenos amigos pueden realizar. Algo que sería casi imposible una vez que las barreras de la atracción han sido derrumbadas, pero ellos tenían eso. Una especie de atracción que lograba transformar a cualquier pequeña aventura en un recuerdo sorprendente.

Así fue como inició su noche, con la Luna llena para iluminar su camino, pasando a través de un bosque abandonado, luego de escalar la pared que encierra a la casa embrujada. Roberto entró por una puerta a punto de caerse, él había estado en este lugar una sola vez, y supo que debía regresar.

Este es el lugar perfecto, él pensó a caminar entre los escombros regados por el piso de la cocina. El lugar era enorme, él pasó junto al mesón de aluminio, este debía medir cinco metros con un repisa del mismo tamaño colgaba del techo. El tiempo no fue bondadoso con este lugar, ni con el resto de la mansión.

La Bethany miró con temor el lugar, era repulsivo y con un olor putrefacto. Más vale que me estés llevando a un balcón, ella pensó. Después pisó algo húmedo en el piso y no quiso bajar la miradas. Ella no creía en fantasmas, de todas formas caminaba con temor, mirando de un lado al otro para ver si una sombra se movía.

El ladrido de un perro hizo que su piel se erice, grave y distante el sonido desapareció dejando a la mansión en silencio. Roberto parecía seguro de su destino cuando entró en el salón de baile. La Bethany se quedó en silencio, sorprendida por lo magnífico del lugar, ella sabía que esto era lo que estaban buscando.

Roberto dejó su mochila sobre una de las mesas empolvadas. Él quería lograr algo, demostrarle que también es divertido, y esperar que esto sea suficiente para ganar el corazón de La Bethany, sin embargo, ella parecía tener otros planes.

«¿Alguna vez has roto una ventana?» ella preguntó.

«Creo que sí,» él respondió.

«Quiero hacerlo,» ella dijo, y empezó a buscar algún objeto para arrojar.

A la distancia, bajo el alto techo del salón de baile, estaba el candelabro de cristal. Ella lo tomó sin tomar en cuenta el lugar que tenía en la mesa circular, este estaba a punto de caer por un extremo. Y sin previo aviso lo arrojó contra una ventana del que iba desde el piso hasta el techo. Sin embargo, ella no espero ver al candelabro partirse en trozos, dejando al ventanal intacto.

Esa corriente de aire se quedó estática, disfrutando el sonido de los trozos de cristal caer al piso. Ese instante decidió continuar su viaje, solo que esta vez con otras intenciones. Con fuerza se levantó hasta lo más alto del cuarto y apuntando a la mujer que arrojó su candelabro y se lanzó, cayendo con fuerza sobre ella.

La Bethany sintió desaparecer a todo el oxígeno del mundo, quedándose vacía y sin capacidad de respirar. La luz dejó de llegar a su cerebro y sintió que todo se apagó, y por un instante sintió paz al estar desconectada, ella estuvo sola con sus pensamiento y desapareció.

«Bethany,» dijo Roberto, mirando al cuerpo de su amiga desplomarse. Él corrió, dejando atrás las copas de champagne, hasta llegar a ella. «¿Estás bien?» él preguntó, tomándola de su cabeza.

Ella abrió los ojos, estos eran completamente negros. Roberto se asustó y la soltó, sin embargo, ella no se estrelló contra el piso. En su lugar, se levantó con facilidad y al pestañear su rostro volvió a la normalidad.

«Roberto,» ella dijo al acercarse. «¿Te puedo hacer una pregunta?»

«Sí, claro,» él dijo, todavía atemorizado.

«¿Para qué me trajiste a este lugar?» ella preguntó, tomándolo del cinturón y empezando a desabrochar la correa.

«¿Qué haces?» él dijo, pero no la detuvo.

«Acaso quieres,» ella dijo, bajando el pantalón hasta el piso. Y sin darle oportunidad de responder, con sus rodillas dobladas. Empezó a acariciarlo.

«Espera…» él dijo, al verla abrir la boca y acercarse.

Él se quedó en silencio, dejando que la sangre de su cuerpo se empiece a concentrar. Esto no era lo que tenía en mente, en realidad esto era más de lo que había imaginado. Sin embargo, cuando él estaba a punto de volver incómodo al acto, ella se detuvo.

«He notado como me ves,» ella dijo, soltando los botones de su mameluco de mezclilla. Ella lo bajó hasta que logró sacar un pie, y se arrimo a una mesa. «¿Es esto lo que quieres?» ella preguntó, mirando hacia atrás.

Roberto vio las piernas desnudas de La Bethany y se acercó lentamente, dando pasos cortos con su pantalón en los tobillos. Cuando llegó, ella lo tomó con su mano izquierda y lo dirigió, ayudándolo a encontrar el camino correcto, y lanzó su espalda hacia atrás al sentirlo.

Él no sabía qué hacer, solo podía pensar en moverse como había visto en un video comercial.

La Bethany giró para verlo. «Despacio, tómate tu tiempo, disfrútalo,» ella dijo.

Roberto estaba intentando entender el mensaje, moviéndose un poco más despacio, sintiendo cada roce, y a dos segundos de arruinarlo todo.

«Ya sé,» ella dijo, empujándolo con una mano hacia atrás. La Bethany lo tomó de la camiseta y lo hizo subir en la mesa. «Yo me encargo,» ella dijo al subir a la mesa.

Ella abrió sus piernas, colocando una a cada costado del torso. Una vez sobre él, ella lo miró a los ojos y llevó su mano izquierda sobre el pecho de Roberto.

Él esperaba de boca abierta, sin saber lo que estaba sucediendo. Cuando sintió la fría mano tomarlo con fuerza, ella lo sostuvo y empezó a bajar su cuerpo. Roberto abrió la boca al sentir el húmedo interior de La Bethany, sin embargo, él no pudo ignorar la sensación. Era como colocarse un hielo sobre la piel desnuda, él intentó alejarse, doblando sus rodillas, empujándola. Pero ella era demasiado fuerte, y ella continuó moviendo sus caderas de adelante hacia atrás.

La Bethany sostenía el torso de Roberto con una mano, mientras la otra dibujaba círculos sobre su cabeza. Ella continuó, ignorando que él estaba a punto sucumbir, siguió moviéndose mientras se apoderaba del calor que sobraba en el cuerpo pálido entre sus piernas. Ella se detuvo, levantándose con mucho cuidado, finalmente logró separarse del trozo de hielo. Ella lo tomó con una mano y bajo de la mesa.

Roberto no parecía respirar cuando el sonido de un cristal al romperse hizo que La Bethany pueda llevarse una parte de él. Ella colocó el trozo del hielo sobre la mesa, en el mismo lugar en el que se encontraba el candelabro de cristal, y ella se desplomó, cayendo inconsciente en el piso.

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Sebastián Iturralde

Escritor de relatos enigmáticos, tejiendo narrativas cautivadoras que provocan el pensamiento y estimulan la imaginación. Revelando las profundidades de la experiencia humana a través de las palabras.

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