El cuatro de abril del dos mil catorce, tomé la decisión de convertirme en un novelista, y con esta introducción de mi personaje principal empezó mi carrera literaria. Desde ese día supe que debía entrenar con disciplina y que un maestro aparecería cuando esté listo, tenía todas las herramientas a mi disposición, pero jamás había visto o escuchado de alguien capaz de escribir una novela.
Escribí en una casa abandonada de mi familia las ideas que debía enviar al mundo. Todos los días, hasta llegar al agotamiento lo hice, una y otra vez, creyendo que este viaje sería fácil. Después de todo, traje conmigo todas las herramientas que aprendí a usar hasta ese instante, pero ninguna se adaptó a mi nueva meta.
Frustrado, continué escribiendo aunque la vida no me dejaría salir del agujero con facilidad. Así que, con el tiempo en mi contra, sin dinero para seguir este camino que se ha robado un año de mi vida, encontré mis maletas en la vereda, por así decirlo. Supe que debía continuar escribiendo, pero el dolor me atravesó como un puñal en la espalda, luche por recuperar el respeto de mi familia, ellos solo veían un soñador con intenciones de escribir.
Después de todo, el camino literario me debo vacío. Perdí mi empleo, mis ahorros, perdí a mis amigos, y finalmente, pese al dolor que sentí y mi necesidad por que sea diferente—perdí a mi familia.
No podía rentar una bodega para guardar las pocas cosas que encontré botadas afuera de la casa en la que vivía. Pero, nada se interpondría en mi camino, debía continuar escribiendo, día tras día. Así que busqué entre mis contactos una mano que me pueda ayudar. Aunque sea para pasar la noche, un apoyo para seguir escribiendo, pero nada. Todas las puertas se cerraron, acepté perder todo y rendirme. Regresar al lugar donde empecé y volver a vivir sin una meta, contar los minutos para que llegue el fin de semana y volver a ser feliz—aunque sea por un instante.
Pero, no fue así.
Finalmente estuve listo para la llegada del maestro, y así recibí una llamada. Me sorprendió al escuchar una voz conocida, sin muchas explicaciones me invitó a pasar un año en su casa. No estaba lejos, solo debía cargar mis maletas a través de un bosque en las faldas del cerro. Subir y subir como nunca pensé que debía hacerlo, sobre todo, para llegar a casa. Alejarme de la sociedad y perderme entre matorrales.
Han pasado años desde ese día, las enseñanzas las llevo en los huesos, y sigo escribiendo hasta algún día ser digno de llamarme novelista.
Los relatos puedes ser mentiras, pero son buenas mentiras que dice la verdad, y aveces hasta pagan la renta.
― Neil Gaiman
Escenas del Borrador de mi Novela
