Relato Corto Blog de Ficción

El Verdadero Caballero

E

Todo parecía normal en el pueblo—una noche como cualquier otra. Pero algo estaba por cambiar.

Poco se imaginaban los habitantes de Longwing, hoy sería el día en el que conozcan a su rey. Charles se movilizaba en una carroza, mientras sus soldados marchaban—un pequeño ejército. No era de esperarse menos, ya que no podían descartar la predicción de Melina. Ellos viajaban para evitar una catástrofe.

El frío de la noche se sentía como una cortina de humedad blanca. Nadie se atrevía a salir para enfrentarse con la neblina—solo rondaban las criaturas de la noche.

Longwing era un lugar tranquilo, iluminado con antorchas que no durarán toda la noche. En el centro del pueblo se encontraba una gran fogata encendida—cuando se escuchó por primera vez a los invasores.

«¿Está seguro de esto, mi rey?» preguntó sir Fénix.

«No hay otra salida,» dijo el rey, con una mirada de desilusión.

Melina tenía su propio carruaje, a diferencia de los demás—ella disponía de un espacio amplio y privado. Charles pasó una de las noches del viaje con ella, esperando que nadie lo note. Pero, Fénix ya se imaginaba lo que sucedía entre los dos.

La consejera del rey—la mujer con poderes místicos—la extraña que llegó al reinado para tomar un cargo tan alto. Algo estaba mal.

Debe saber lo que hacemos con la reina, pensó Fénix. Por eso nos trae a un lugar tan lejano—para terminar con mi vida.

«Sir Fénix,» dijo Charles. «Intenta que sea rápido y consigue un lugar caliente para pasar la noche.»

«Enseguida mi rey,» dijo Fénix y salió de la tienda de campaña real.

«Confías demasiado en ese muchacho,» dijo Melina al salir de las sombras.

«Es un buen hombre,» dijo Charles.

Melina levantó una ceja. Ella se veía tan hermosa como cuando disponía de sirvientes en el castillo. Su cabello rojo ondulado era lo único que ocultaba su cuerpo desnudo, ella esperó a que cierren las cortinas para acercarse al rey. «Tengo ganas de ti.»

Fénix sabía que tenía que cumplir sus órdenes—no había una alternativa. Así que se acercó a sus hombres.

«Señores,» dijo Fénix, «el trabajo que nos ha sido encomendado es de crucial importancia para el futuro del reinado. Debemos ser audaces y sigilosos para terminar con todas las personas del pueblo.

«Esa será la única forma en la que erradiquemos la peste.»

Los soldados solo habían escuchado rumores de la peste que se aproximaba. De la enfermedad que va a acechar al mundo—según las predicciones de Melina—aunque nadie estaba seguro. Ni siquiera ella. Sin embargo, los soldados lo veían como algo obvio. El pueblo imaginaba que la bruja tenía una conexión especial con los espíritus, que podía hablar con ellos.

Las supersticiones eran suficientes para seguir las órdenes. Sin importar lo descabelladas que fueran.

Así que, Fénix marchó frente a sus soldados para luego rodear el pueblo. Las órdenes eran simples. Aniquilar a todos.

Y así fue como, después de una larga batalla, Fénix regresó a la campaña real.

«Mi rey,» dijo al ver a Charles. «Hemos acabado con todos.»

«¿Estás seguro?» preguntó Charles.

«No queda ni uno con vida,» dijo Fénix.

«¿Por qué le mientes a tu rey?» preguntó Melina, ahora usando un vestido escotado rojo.

«Es la verdad,» dijo Fénix. «Se lo juro.»

Melina movió sus manos y una nube gris apareció a una corta distancia. En ella se podía ver la imagen de Fénix ayudando a personas a huir de la masacre.

Charles giró para mirar a Fénix. «¿Qué es esto?»

Fénix se quedó en silencio, mirando la imagen. «Eso es imposible,» dijo dando un paso hacia atrás.

«Yo me encargaré de lo que es y no posible,» dijo Charles. «Tu función es seguir mis órdenes.»

«Pero… mi rey,» dijo Fénix, «lo siento.»

«Conoces el castigo por la traición,» dijo Charles.

«Espere…» dijo Fénix, mirando a la bruja acercarse. «No tenía alternativa. Estaba en mi derecho, es mi obligación proteger a mi familia.»

«De todas formas morirán por la plaga,» dijo Melina.

«Me has traicionado,» dijo Charles. «Has traicionado al reino.»

«La reina,» dijo Fénix. «Ella sabe lo que pasa entre ustedes dos.»

Melina levantó una mano.

Fénix sintió una presión sobre su cuello, le era imposible respirar. Pese a su esfuerzo por recuperar el aliento—fue perdiendo fuerzas hasta desmayarse por la asfixia.

Melina bajó la mano. «Será mejor que los mantengamos con vida para descubrir de lo que está hablando. No podemos dejar que la reina se interponga entre nosotros.»

Charles asintió con la cabeza. «Tenemos que encontrar a los sobrevivientes.»

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Sebastián Iturralde

Escritor de relatos enigmáticos, tejiendo narrativas cautivadoras que provocan el pensamiento y estimulan la imaginación. Revelando las profundidades de la experiencia humana a través de las palabras.

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