Incluso después de encontrar la cura, uno tiende a perder el camino y volver a caer en los mismos errores. Lo difícil es mantenerse sobre la cuerda floja.
Algo que parece obtenido de los cuentos de terror que solían contar las abuelas.
Cuando uno desconoce la enfermedad incluso la cura aparenta ser inalcanzable, incluso cuando la tenemos frente a nuestros ojos.