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Introducción

La escritura solidaria

“La literatura es una gran sociedad secreta de hombres y mujeres que saben estar solos en medio de la multitud y acompañados en soledad, una incruenta conjura no a favor de los sueños y en contra de la vida, sino de un modo de vivir en el que la realidad y el deseo se confirman mutuamente y en el que el derecho y el privilegio de la huída, se corresponde con el don misterioso del reconocimiento y la aproximación.” Antonio Muñoz Molina

La soledad es la gran aliada del escritor. Sin ella, difícilmente serían posibles las ficciones de la literatura. Sin embargo, igual que el Robinson solitario sabe que existe un mundo al otro lado, el escritor sabe que tras el imaginario de sus sueños, hay una magnitud distinta, que es la realidad que espera. El sentido de su actividad proviene de su capacidad para encontrarse con ella.

Decía Jose Luis Sampedro, que el escritor escribe para sí, pero a sabiendas de que alguien, algún día, lo leerá. Sin el otro, sin los otros, sin el mundo y los lectores, el trabajo del escritor no tendría sentido. Si escribe es porque sabe que sus palabras serán algún día productivas, provocarán sentimientos y estímulos en otros, harán nacer ideas y pensamientos en otras mentes inquietas. Si escribe es también por su necesidad inaplazable de explicar el mundo, un mundo que a veces le resulta difícil, paradójico y hasta cruel y doloroso.

“El otro es como yo y tiene derecho a decir yo” es el lema con el que iniciamos esta atrevida propuesta, por la que un grupo de ocho escritores suman sus voces y su escritura en una misma tarea: construir, juntos y en red, un mismo relato de ficción. Internet es el escenario que hace posible la osadía. Desde distintos puntos del mapa, (Granada, Madrid, San Sebastian…), desde la soledad de sus cuartos de trabajo, desde la individualidad de sus universos literarios, estos escritores han sumado sus fuerzas y sus ideas, para explorar la capacidad de comunicación literaria que brinda la red y a la vez hacer un alegato solidario. La escritura solitaria, se convierte, por efecto de las nuevas las tecnologías y de la unión de unas voluntades animosas, en una fuente insospechada de solidaridad. Se trata de una idea revolucionaria: la de crear una literatura sin barreras, comprometida, globalizada. Una verdadera escritura solidaria.

Solidaridad viene de solidus, de unir o soldar. La posibilidad de unir las voces de ocho poetas, en un mismo abrazo solidario, en una misma voz de ficción, y hacerla más extensiva y visible a lo largo del mundo, es del todo revolucionaria. El escenario que hace posible eso es internet. Internet ofrece al escritor un mundo lleno de posibilidades para dar a conocer y difundir su trabajo. En relatocorto.com, hace ya años emprendimos esa tarea de explorar las posibilidades que la red ofrece a la escritura. Posibilidades de publicación, de abrirse a nuevos lectores, de ampliar los campos de trabajo y acción. Tras cuatro años de andadura la experiencia ha sido del todo fructífera. Ahora en colaboración con el Taller de relatos de La Casa Porras se inicia esta experiencia que abre un campo inmenso a la experimentación. Pero, por encima del tumulto tecnológico, no existe otra cosa que literatura. Como dijo Juan Carlos Onnetti: “Tal vez nos convirtamos en sirvientes de la cibernética. Pero sentiremos que siempre sobrevivirá en algún de la tierra un hombre distraído que dedique más horas al ensueño que al sueño o al trabajo y que no tenga otro remedio para no perecer como ser humano que el de inventar y contar historias. También estamos seguros de que ese hipotético y futuro antisocial encontrará un público afectado por el mismo veneno, que se reúna para rodearlo y escucharlo mentir. Y será imprescindible, que ese supuesto sobreviviente prefiera hablar con la mayor claridad que le sea posible de la absurda aventura que significa el paso de la gente sobre la tierra”

Javier Ruiz Núñez

Palimpsesto digital

Más allá del hecho de que buena parte de las obras de literatura que se consideran patrimonio universal de la humanidad, entiéndase como ejemplo la Odisea, la Biblia o Las Mil y una Noches, son en realidad obras colectivas en las cuales intervinieron numerosos escritores antes de su fijación definitiva como texto; más allá del hecho de que durante siglos se practicó la literatura en común con prácticas tan curiosas como el palimpsesto, la literatura moderna se ha constituido sobre el tótem del autor único. A ello han contribuido por un lado las teorías que la organizaban como ese territorio donde se desarrollaba el genio individual, así como la existencia de una concepción autoral de la literatura que juzgaba una obra en función del creador, pero también los intereses editoriales siempre atentos a proteger derechos económicos o legales. Todo ello dentro del marco de una evolución histórica que ha logrado reclamar y establecer de forma clara los llamados derechos del escritor.

Frente a esta tendencia no obstante han sido numerosos los intentos de indagar en las posibilidades de una escritura a varias manos, a veces como mera curiosidad a veces por accidente: desde los experimentos de principios del siglo veinte, cito por caso “Fantasmas 1926” novela colectiva cubana, hasta el trabajo que Bioy Casares y Jorge L. Borges llevaron a cabo bajo el seudónimo Bustos Domeneq, pasando todo ello por las colaboraciones nunca aclaradas entre autores, como es el caso por ejemplo de W. Shakespeare y Marlowe, o fenómenos de apropiación de trabajos como los que pudieron darse en el caso del matrimonio Martínez Sierra.

Sin embargo ha sido la aparición de los modernos sistemas de comunicación lo que ha fomentado el desarrollo de un género literario específicamente colectivo. La creación deja de ser propiedad de un único autor para pertenecer a un grupo restringido o incluso una colectividad. Más aún, esa colectividad no necesita estar relacionada con ningún vínculo social o geográfico, ya que hoy día Internet nos permite unir sujetos de cualquier lugar del planeta para que constituyan un ente de creación. Quizás esto sólo sea un experimento, quizás signifique el principio de algo que, como ha pasado siempre con los grandes cambios, todavía sólo podemos alcanzar a intuir.

Miguel Ángel Cáliz

Comienzo del relato