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La tela de lino

diciembre 4, 2002

Cuentan que un hombre tuvo que hacer un viaje y encomendó su mujer a su suegra. Su mujer amaba a otro individuo y así se lo indicó a su madre, y ésta, por favorecer a su hija, protegió aquel amor y un día invitó a su casa a dicho amigo y se pusieron a comer los tres juntos. Mientras estaban comiendo llegó el marido y llamó a la puerta. La mujer se levantó apresuradamente y escondió al amante, después de lo cual fue a abrir la puerta a su marido. Éste entró y mandó que le preparasen la cama, pues quería descansar porque estaba muy fatigado del viaje. La mujer se turbó y no sabía qué hacer. Y al darse cuenta la madre le dijo: «No te des demasiada prisa, hija mía, en preparar la cama a tu marido, hasta que le enseñemos la tela que hemos estado haciendo durante su ausencia.» Y sacando la vieja un lienzo, lo cogió de una punta, lo extendió cuanto pudo y dio a su hija el otro extremo para que lo sujetase. Así, con el lienzo estirado, engañaron al marido, hasta que salió de la casa el amigo que estaba escondido. Entonces dijo la mujer a su hija: «Extiende este lienzo, tejido con tus manos y las mías, sobre el lecho de tu marido.» El marido respondió: «¿Es que tú sabes hacer tales lienzos?» « ¡Ay, hijo mío -respondió la suegra-, ya llevo preparados muchos como éste!»

A estas palabras, el discípulo replicó: «Maravilloso es lo que acabo de oír, pero quisiera que me instruyeras más, porque cuanto más atiendo al ingenio de ellas, tanto más provecho saco para protegerme a mí mismo.» Respondió el maestro: «Te contaré un tercer ejemplo y con él mis narraciones serán suficientes para tu instrucción.» El discípulo: «Como quieras.»

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